martes, 17 de marzo de 2009

Prácticas CIE III

El tema de la cuarta práctica de CIE era el de describir a una compañera del propio grupo de prácticas. Alba Cirauqui González fue la escogida para ser descrita por mí. Espero que le haya gustado y espero que os guste. ^^

Princesa en letras

Había una vez una princesa, señora suprema de su mundo. Nacida en estos tiempos que corren en el pueblo de Miranda de Arga, aunque su residencia formal permanecía en la ciudad de Pamplona. Ella escapaba ocasionalmente a su tierra natal en busca de consuelo por los días perdidos.

Sus ojos, oh sus ojos, melancólicos, sumamente expresivos, de aguas cristalinas inundan tu mente con un sueño, un mundo de sensaciones en el que te sumerges apenas sin pensarlo, en ellos ves inocencia, cariño, belleza, todo esto supeditado por la imagen que es obligada a tomar frente a otros mundos ajenos al suyo. Melena cuidada de cabellos oscuros, misteriosos, reflejan la luz durante el día, dando una impresión de mechones dorados, negros en la noche, con la tenue luz lunar como única distinción con un pozo ancho y profundo. Tez blanca de ultratumba, su silueta se dibuja en curvas sinuosas que engañan al más valeroso de entre los pretendientes. Una princesa de cuento de hadas, bella, pasional, altiva, disciplinada, pero sobretodo, soñadora.

Esclava de la moda se oculta bajo un pantalón vaquero, bastante prieto para reafirmar así su figura, y camisetas sencillas para no llamar la atención. En la lujuriosa oscuridad de la noche viste unos lujosos trajes, acompañados por unos tacones altos que la estilizan y afianzan como princesa de su mundo, en palacio todo debe estar perfecto y por supuesto, ella debe estarlo. Sus aposentos, de colores amarillos y azules, de desorden visible, presentan gran cantidad de elementos decorativos, fijan su personalidad, su verdadera personalidad. Una tortuga de tierra doméstica hace las veces de confesor, un súbdito fiel conocedor de sus alegrías y sus desgracias.

Ella dedica las pocas horas de verdadera libertad que le permiten al balonmano y a los coches. Un Opel Astra la conduce a los más recónditos rincones del reino, ya desde joven comenzó a practicar para poder valerse por sí misma, sin depender, en primer término, de nadie. Al cumplir la mayoría de edad, lo primero que hizo fue sacarse el título que le permitía sobreponerse al resto de princesas y príncipes de otros reinos, aún sumergidos en el sueño de su adolescencia. Aunque no amaba los deportes, ella jugaba al balonmano cuando tenía edad para ello, pero ya sabemos lo que pasa, una princesa no debe dañarse ni ser dañada, a fin de salvar su futuro reinado abandonó aquello que le gustaba, dejando un gran vacío tras de sí.

Su Rey y su Reina, su madre y su padre, su familia, dueños a tiempo parcial de su existencia, poseedores de un gran conjunto de escuelas dedicadas a la enseñanza del automovilismo. Su Rey, nacido en Funes, y su Reina, de su mismo pueblo natal, Miranda de Arga. Decir queda que no es de extrañar que, teniendo unos padres dedicados a apoyar la salida del nido de los hijos, nuestra princesa se maneje bien en estos asuntos.

La princesa es una musa, y el piano es su glorioso instrumento, cautivaba a todos los sirvientes de palacio con su grácil melodía. Por desgracia todo acaba, y en este caso solo conservamos el recuerdo de aquella gloriosa época, pues su instrucción en el arte musical fue frenada por otros quehaceres, el piano le ocupaba demasiado tiempo que podría dedicar a otras tareas.

De todos es sabido que la vida es más corta de lo que desearíamos, pero, ¿No es la práctica de un instrumento, el reflejo de un alma, la expresión de un sentimiento, una sensación de que, aunque esa vida sea corta, la estamos aprovechando lo máximo posible, la estamos viviendo fervientemente?

Víctima de la cultura musical nocturna, le gustan la música electrónica, como el house, y la pachanga. Bailarina experta goza de todas las ventajas que le permite la noche, aunque evita, en la medida de lo posible, la ingestión de alcohol en grandes cantidades, porque a nuestra princesa le disgusta no ser plenamente consciente de sus actos. Vive la fiesta, pero manteniendo sus propios principios a flor de piel, siempre orgullosa y disciplinada. Atónitos quedan nuestros congéneres cuando su delicada figura acaricia el cargado aire del salón de bailes, su sonrisa, blanca y pura, sus ojos azules, tientan a acercarse a ella, como la sonata de una sirena.

Cuenta de ella que se codea con altas figuras de reinos vecinos, de diferente índole, el gusto está en la variedad. Hombres, como cualquier otro, capaces de protegerla cuando ella es incapaz de valerse por sí misma, un juego vicioso en el que se aprende a ganar, a perder, a recordar y a olvidar.

Todavía permanece en su memoria el día en que, con cara de desilusión, tuvo que entregar a sus reyes las calificaciones del último obstáculo antes de su vida adulta, segundo de Bachillerato. También recuerda el día que realizó el examen que le abriría todas esas puertas, aunque con gran presión, asustada, la hija de los dueños de una autoescuela no puede permitirse el lujo de suspender un examen de conducción.

Pero no todos son malos momentos, cuando se siente triste recuerda aquel verano, en el que nuestra princesa y sus amigas fueron a la ciudad de Salou a celebrar que había acabado el curso definitivamente. Una sensación que todos conocemos, de regocijo, de satisfacción, enorgullecimiento. La libertad que experimentó durante el viaje no tenía parangón, podía hacer lo que quisiera cuando quisiera, se sentía por primera vez dueña de su tiempo, de su mundo, de su destino.

Recientemente bohemia, ella soñaba con viajar, irse lejos, conocer otros mundos, otras personas, conseguir experiencia de la vida y vivirla como ella quería. Escasos tres años la separan de su sueño, tres años de hacer lo que otros ya han hecho para aprender a volar, libre. Así es ella, Alba Cirauqui González, princesa de su propio mundo, y muy pronto, reina de su propia vida.


Una vez en mi mente... describí a una buena persona...

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