Turismo constante
El lugar en el que paso más tiempo durante mi vida universitaria, curiosamente, no es ni mi cuarto, ni la facultad, ni la biblioteca, ni ningún bar, sino un piso.
Todo fue tan bien entre nosotros que, finalmente, nos hicimos amigos, teniendo como “cuartel general” el piso. Este refugio consta de un amplio salón en el que pasamos las horas viendo la tele y planeando los ratos libres que nos permiten nuestras obligaciones, una cocina modesta, sin demasiados utensilios, pero siempre con mucha comida, alguna vez me ha tocado cocinar a petición popular, dos baños llenos de cremas y pinturas, es el piso de cuatro mujeres así que no hay de qué preocuparse, y por último los cuatro dormitorios donde mis adorables amigas descansan de aguantarme todo el día.
Como ya mencioné, el salón es el lugar en el que más tiempo paso de esta casa. El primer elemento es una mesa de estudio lo suficientemente grande para que podamos reunirnos todos los de la “cuadrilla” y algún invitado ocasional, el segundo es una estantería de madera decorada con infinidad de botellas de alcohol vacías, para que se haga una idea de lo que hacemos ahí dentro. Para perder el tiempo tenemos dos sofás alineados mirando hacia el televisor, que recoge multitud de canales para el entretenimiento de los espectadores, incluidos canales alemanes e italianos, y una mesilla central. El resto del salón es un pequeño hueco tras los sofás en el que colocan el tendedero, y al exterior la terraza, que es bastante grande y da directamente a la Avenida Pío XII.
La cocina es con seguridad la segunda habitación a la que dedico más tiempo, centro de tertulias sin sentido y desmadre culinario. Ya comenté que, a petición popular, había cocinado alguna vez en esta cocina, y es que cada cocina es un mundo, pero esta está bastante bien a primera vista. Un horno, una vitro, una nevera, un lavaplatos, lo típico que una cocina debe tener para poder defenderse en ella.
Tercero, aunque no menos importante, es la habitación de una de las dueñas de la casa. Cuando los antiguos
El piso, aparentemente de las dueñas del mismo, se ha convertido en una casa para todos nosotros, un lugar donde desahogarnos de las penas, un lugar donde refugiarse de todos los problemas, pero también un espacio para las sonrisas, para las carcajadas, para la amistad, y para el recuerdo.
Una vez en mi mente... hice de okupa en el piso de unas amigas...
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