Llegastes a mí cuando tan solo tenía 9 años, era la ilusión de mi vida en aquel entonces tener un perro, te quería como jamás he querido nada en esta vida. Has vivido conmigo la última etapa de mi infancia, mi adolescencia y el comienzo de mi adultez. Juntos hemos tenido momentos que no se pueden olvidar, desde que jugaba contigo a perseguirte por la casa para quitarte el juguete y tu dabas vueltas a la palmera y no lo conseguía, te hacía cosquillas y te remonoleabas tumbado en el suelo mientras movías la patita, te besaba el hocico todas las noches antes de irme a dormir, te sacaba a pasear y te protegía de cualquier perro que se acercase hostilmente, teníamos que dormirte en fin de año porque te daban miedo los voladores, esos días dormías conmigo, cada vez que tenía comida en mano me mirabas con ojitos de perro degollado y no podía resistirme a darte un cacho.
Lo que más recordaré es cuando llegastes a casa subido en los brazos de mi padre y le distes a mi vida la chispa que necesitaba y que me ha sacado sonrisas todos los días que he pasado junto a ti. Y yo no estuve ahi para ver como te ibas... no estuve porque tuve que irme y desearía haber estado ahí para verte una última vez y acariciar tu pelo blanco, darte un último beso en el hocico antes de que te fueras a dormir para siempre. Ahora serás incinerado y lo único que quedará de ti es el recuerdo y tus cenizas, no podre volver a verte más que en fotos, tenía la ilusión de llegar a casa y me de que me saludaras efusivamente y pegando brincos como siempre habías hecho... pero no podrá ser, no lo será nunca más...
Jamás te olvidaré, eres lo que más he querido en esta vida y estoy vacío sin tí. Te quiero Otto...
Otto, lo más importante de mi vida. (1998-2009)
